No somos prensa rosa, aunque le ponemos mucho corazón a lo que hacemos; no somos prensa amarilla, aunque nos guste provocar sensaciones; somos la prensa naranja, porque nuestra información tiene más jugo y es mucho más refrescante, porque podemos ser tan ácidos unas veces como dulces otras y porque necesitamos de nuestra otra mitad, los lectores, para tener sentido.